A todos se nos llena la boca al afirmar que estamos comprometidos con el medioambiente o que nos importa nuestro entorno y la sostenibilidad del planeta, pero ¿realmente actuamos en nuestro día a día en consecuencia? Muchas veces esta afirmación se queda en una mera declaración de intenciones, cuando poner nuestro granito de arena es tan fácil como hacer pequeños gestos en nuestra vida cotidiana. No pocas de esas sencillas acciones se pueden dar en algo tan cotidiano como hacer la compra. De la elección de los productos que llevas a tu cesta depende que ésta sea más o menos sostenible. Por ello, hoy te damos algunos consejos que pueden hacer de ti un consumidor mucho más consciente y realmente comprometido con el cuidado del planeta.
Es la primera y seguramente más fácil acción sostenible que puedes realizar a la hora de hacer la compra. Solo debes tener en casa bolsas reutilizables de tela o rafia, una cesta o un carro. Y no te olvides de meter en tu bolso o mochila o en la guantera de tu coche una bolsa plagada para esas compras imprevistas de última hora.
Desterremos definitivamente de nuestras vidas los plásticos de un solo uso. No tiene sentido vender bolsas de papel o reutilizables y vender todos tus productos envasados en plásticos. Por tanto, si los supermercados no se conciencian de ello, hazlo tú. No olvidemos que este material es uno de los más contaminantes que existen, pues tarda más de 1.000 años en descomponerse.
Siempre que sea posible compra a granel. Llévate tus propias bolsas, tuppers o tarros de casa e introduce en ellos los productos que vas a comprar. Y si no fuera posible hacerlo, opta siempre por productos envasados con materiales fácilmente reciclables como el vidrio, el cartón, el plástico compostable o las latas.
Debemos disminuir al máximo los residuos de nuestras compras. Para conseguirlo, debes evitar a toda costa comprar productos de usar y tirar como las toallitas, los cubiertos de plástico o las maquinillas de afeitar desechables.
Tirar las sobras es otro comportamiento muy habitual, pero nada coherente con el cuidado de nuestro entorno. Congela siempre que se pueda o apúntate a la cocina de aprovechamiento. Controla periódicamente las fechas de caducidad para consumir primero los alimentos que antes vayan a caducar. Y, en caso de que se haya pasado esta fecha de caducidad o los alimentos sobrantes ya no estén en buen estado, puedes hacer compost. De esta manera estarás devolviendo a la tierra los nutrientes que ella nos ha dado en forma de verduras o frutas, al tiempo que reducirás la huella de carbono.
Planificar la compra y acudir al supermercado con una lista de los productos que vamos a necesitar es esencial para la sostenibilidad y el cuidado del planeta. La base de una compra bien planificada es elaborar un menú semanal que nos dará una visión global de lo que vamos a necesitar y nos ayudará a no caer en la tentación de comprar productos de capricho que acabaremos desperdiciando y que, muy habitualmente, son ultraprocesados y van envasados en plástico.
Los “super alimentos» se han puesto muy de moda pero, si bien es cierto que son muy sanos, no lo es menos que en los huertos de nuestra tierra se producen alimentos tan nutritivos, sanos y deliciosos como aquellos que vienen de allende los mares. Estos productos o los que compramos fuera de temporada, no solo son de una menor calidad, pues se recolectan cuando todavía están vedes y pierden muchas cualidades organolépticas, sino que son mucho más agresivos contra el medio ambiente, ya que los largos trayectos que recorren hasta nuestros mercados y supermercados emiten gran cantidad de gases de efecto invernadero. Por ello, debemos comprar productos de producción local y variedades autóctonas.
Evidentemente es muy difícil consumir solo producto local, pues hay alimentos que ya forman parte de nuestro día a día, como el café, el té o el cacao, que no se producen en nuestras latitudes. Lo que sí podemos hacer es adquirirlos en locales de comercio justo, ayudando así a impulsar la sostenibilidad social y económica de los países productores.
La producción de un solo kilo de carne al año consume más agua que la que puede ahorrar una persona aplicando todas las técnicas conocidas de ahorro de agua en su casa. En concreto, para producir ese kilo se necesitan 15.000 litros de agua, convirtiéndose así en uno de los procesos menos sostenibles que existen. Además, para alimentar al ganado, usamos dos tercios de la producción mundial de cereales, lo que se traduce en miles de hectáreas de cultivo destinadas a ello.
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