Después de dos años de Semanas Santas confinados o con todo tipo de restricciones, por fin podemos celebrar estas fiestas, tan populares y sentidas, como se merecen. Familia, procesiones y, cómo no, las más deliciosas y tradicionales recetas se convierten en protagonistas de unos días que combinan tradición, reuniones familiares y gastronomía a partes iguales. En esta última centraremos nuestro post de hoy, recogiendo algunas de las recetas que no pueden faltar en toda Semana Santa que se precie.
Es, sin duda, uno de los platos estrella de la Cuaresma y la Semana Santa. Hay casi tantas recetas como cocineras que los preparan, pero nosotros os proponemos una de las versiones más conocidas: garbanzos con espinacas y bacalao.
Si el anterior era el plato de cuchara pon antonomasia de la Semana Santa, las torrijas son, sin duda, la estrella ente los dulces de estas celebraciones. Actualmente podemos encontrarlas preparadas con infinidad de tipos de pan o bollería y con leches de diferentes sabores, pero nosotros os proponemos las de toda la vida.
Se originó en Castilla y León en épocas de escasez, pues combinaban ingredientes sencillos y baratos con abundantes nutrientes. Como todo plato tradicional, cuenta con numerosas variantes, pero nosotros os dejamos la original.
Y de Castilla viajamos al País Vasco donde encontramos uno de los platos de bacalao más conocidos y reconocidos del mundo: el bacalao al pil pil. Aunque su preparación necesita su tiempo, lo cierto es que es una receta muy sencilla que solo requiere de buen producto y de un poco de paciencia.
Tradicionalmente este plato se prepara en cacerola de barro y nosotros te recomendamos que seas fiel a esta tradición pues, aunque tb se pueda preparar en olla, el sabor y consistencia es mucho mejor. Así pues, echamos un buen chorro de aceite de oliva virgen extra y rehogamos los ajos. Apartamos y rehogamos en el mismo aceite la guindilla troceada en cuatro partes. Reservamos y agregamos el bacalao que previamente habremos desalado. Cocinamos cuatro minutos por cada lado, comenzando por el que tiene la piel. Observaremos que pasados esos 8 minutos el bacalao habrá soltado una gelatina que flotará sobre el aceite. Se separa la gelatina del aceite y se reserva. En el momento de elaborar la salsa se vierte la gelatina muy poco a poco con un colador y se remueve. Después se añade un poco más de aceite y se echa el resto de la gelatina de bacalao, moviendo la cazuela con suaves golpes circulares hasta que consigamos una salsa espesa. Es importante no dejar de remover durante toda esta fase del cocinado para que ligue bien. Una vez hemos logrado elaborar esa salsa espesa, añadimos los trozos de bacalao, apagamos el fuego y dejamos que acaben de cocinarse con el calor sobrante.
Aunque no es un postre exclusivo de la Semana Santa, es en esta época cuando más habitualmente los encontramos en nuestras mesas. Al igual que las torrijas, cuentan con la ventaja de que solemos tener todos sus ingredientes en nuestras casas.
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