Pretzel: El delicioso lazo retorcido que encandila a los alemanes

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Pretzel: El delicioso lazo retorcido que encandila a los alemanes

Los hemos visto una y mil veces en los partidos de beisbol, en lo carritos callejeros y en casi todas las películas o series americanas. Seguramente por ello, muchos son los que piensan que este lazo comestible es originario de los Estados Unidos, pero lo cierto es que nació en Alemania.

El origen concreto no está del todo claro pues parece que hay tantas teorías como variedades, pero la mayoría de los historiadores coinciden en que su nacimiento está relacionado con la cristiandad. Parece ser que las primeras personas que los fabricaron fueron unos monjes benedictinos del sur de Alemania en el siglo VIII. Éstos entregaban como premio un pretzel a cada niño que realizara sus tareas escolares y supieran recitar correctamente las oraciones. De hecho, aseguraban que la forma de este panecillo representaba a un niño realizando plegarias.

Otra teoría sobre su forma asegura que simboliza las manos entrelazadas, en posición de oración y los tres espacios que deja representarían a la Santísima Trinidad, con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Muchos lo consideran la receta más cristiana que existe, pues se elabora sin lácteos, ni huevos y por tanto es uno de los alimentos básicos durante la cuaresma.

Otras teorías aseguran que el origen del pretzel está ligado a las festividades celtas que se celebraban al comienzo de la primavera. Se consumían cuando el sol entraba por la constelación de Aries y por ello, los defensores de esta teoría, decían que el pretzel se asemeja a los cuernos de un carnero.

Teorías aparte, su toponimia deja claro qué representa la forma del pretzel. Su nombre proviene de la palabra Brezel o Breze, derivado del latín bracellus (brazo pequeño), por lo que cabe pensar que fuera quien fuera su creador, quiso representar unos brazos entrelazados.

En cualquier caso, su representación gráfica más antigua data de 1190. El “Hortus Deliciarum” (una enciclopedia ilustrada) recoge en una imagen de un banquete de la reina Ester y su esposo el rey persa Jerjes y se puede observar un pretzel a la derecha de este.

La receta para prepararlos es sencilla y se basa en ingredientes habituales en todas las casas como el trigo, la levadura, el agua, la sal, la mantequilla y algo menos común como la melaza de malta de cebada. La masa se sumerge brevemente en una solución con bicarbonato de sodio al 3% antes de hornear. Y aunque los más comunes son salados, también se hacen dulces, aromatizándolos con canela, vainilla o ralladura de limón.

Tipos de pretzel

La globalización ha hecho que el pretzel sea habitualmente consumido en países tan distantes como Alemania, Estados Unidos o Australia y en la mayoría de los casos, ni la masa, ni la forma de prepararlos, ni el resultado final tienen mucho que ver. Nosotros nos centraremos en el auténtico pretzel alemán, del que podemos encontrar dos tipos de pretzel fundamentales:

El pretzel de galleta, que no suele tener relleno y se elabora con condimentos que potencian su sabor, como la cebolla, el ajo, la mantequilla o el sésamo. Y en su variedad dulce, suele cubrirse con chocolate o miel.

Por otra parte, encontramos el pretzel blando. En este caso suele consumirse caliente, dulces o saldos y se rellenan con crema, tomate, queso, manzana o canela.

En nuestro país apenas es conocido y consumido pero, si quieres probarlo, solo tienes que seguir esta simplificada receta de pretzel salados:

Ingredientes:

  • 500 g de harina
  • 1 paquete de levadura seca
  • 200 ml de agua tibia
  • 2 cucharaditas de azúcar
  • 1 cucharadita de sal
  • 20 g de mantequilla blanda
  • 150 ml de leche tibia

Preparación:

  1. Mezclar todos los ingredientes y dejar crecer la masa hasta que doble su tamaño.
  2. Amasarla bien y cortarla en 15 porciones.
  3. Con cada porción, amasar un rollito de 30 cm de largo, con la parte central algo más gruesa que los extremos.
  4. Precalentar el horno a 230 grados.
  5. Formar los pretzels y pintarlos con la yema de un huevo.
  6. Espolvorear por encima con sal gruesa.
  7. Colocar sobre un molde rectangular para horno, forrado con papel de hornear o cubierto con mantequilla.
  8. Bajar la temperatura del horno a 200 grados y hornearlos hasta que se doren.

Si te animas a elaborar este símbolo de la gastronomía alemana y lo acompañas con una buena cerveza sentirás que has viajado a la Oktoberfest, la fiesta bávara de otoño más famosa del mundo.

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